Pero un buen día, llegó un extraño personaje: era un hombre que, a primera hora y antes que nadie, se presentó en el lugar, se ubicó y esperó que llegara el primer bañista. Y cuando llegó, lo molió a palos.
Y así siguió con el segundo, con el tercero y con todos los que llegaban al lugar.
Durante días y días, la clientela empezó a disminuir cada vez más y el empresario se empezó a ver cada vez más en la ruina.
Entonces tuvo una idea: se preparó como un cliente más, madrugó más que nunca y se presentó a primerísima hora en el lugar, esperando a su violento cliente. Llevaba una olla de agua hirviendo y una gran maza de madera.
En el momento que llegó y lo vio entrar, lo acometió de mil maneras. Primero le echó el agua hirviendo sobre su cabeza, y luego metió mano a la maza. Así, a los gritos y con muchos golpes terminó dándole la paliza de su vida.
Algunos hombres incautos que estaban por entrar y llegaban por primera vez a darse un baño se encontraron con un extraño espectáculo, al ver a un hombre desnudo, corriendo y escapando del lugar gritando con todas sus fuerzas:
–¡Cuidado señores, cuidado! ¡Miren que hay otro loco adentro!